Nosaltres

Indicaba la escritora argentina Sandra Lorenzano que «la memoria es un ejercicio imprescindible para la supervivencia». Y sobrevivimos porque la memoria nos evoca el talante moderado y discreto, la figura del centro ideológico sin alardear jamás de un posicionamiento político que no fuese el de demócrata. Intento, dolorido, dibujar con cuatro trazos la imagen que uno conserva de Manolo Renau. El maestro Renau, Manolo el de Almassora en blanc i negre se nos acaba de ir al Infinito cuando los almendros acaban de florecer y la primavera muestra su inicio en el aroma de las primeras flores.

Un golpe que nos acaban de asestar los heraldos negros de la muerte, cuando degustábamos el primer pedacito de mona esta Pascua de 2023. Y tras el golpe, la memoria de un maestro de escuela preocupado y ocupado en su larga trayectoria docente por un montón de generaciones jóvenes en su Almassora natal; preocupado y ocupado en su propia formación permanente.

La memoria evoca los años 70 cuando Manolo, junto a Ana Mari Martinavarro y Blas Sempere, entre otros, durante un par de horas a la semana estudiaban y analizaban la forma y manera con la cual pudiese la chiquillada acceder con facilidad a un uso correcto de lenguaje. Motivado, claro está, por sus propias convicciones humanas que no por créditos o puntos para hacer carrera. De aquellas décadas, la memoria evoca también a un Manolo, padre de familia numerosa, ejemplar porque predicaba a sus hijos con el ejemplo: el trabajo callado y la entereza de ánimo que se necesita para educar a la propia prole.

De esa época, hace más de cuatro décadas, uno conserva una anécdota de las que no borra el tiempo. La destartalada noche de febrero de 1981 nos reunimos asustados en Almassora un grupillo de docentes, entre ellos Manolo Renau, preocupados y expectantes ante lo que se presentaba como un golpe de estado contra la Constitución y la convivencia. Todo eran nervios y temores, el único que no perdió la calma fue Renau, que repetía una y otra vez: «Tranquils, xiquets, que això no pot anar en davant». Y tenía razón: a altas horas de la madrugada y con los amenazantes comunicados de Milans del Bosch todavía en las emisoras valencianas, apareció el Jefe del Estado en la TVE y con menos nervios nos fuimos a la cama. El día siguiente, puntuales, seguimos con nuestra rutina laboral y familiar.

Manolo siguió con sus tareas escolares de forma eficaz y eficiente hasta su jubilación, trabajando por una buena escuela pública y por la recuperación del valenciano propio e histórico de sus gentes. Sin estridencias, callada y discretamente, como siempre porque era reflexivo y no temperamental. Luego, sus veinte últimos años, y sin ruido, amplió sus actividades sociales y se ocupó fundamentalmente de recuperar las imágenes históricas de su pueblo durante el pasado siglo. Su Almassora en blanc i negre, publicado junto a otros autores, su actividad en los medios de comunicación locales, llegaron al vecindario de Almassora.

Un trabajo cultural, local que no localista, de altura que nos deja en la memoria para la eternidad de su querida Almassora.

Por Don Paco Mariscal (1948-2024)

Almassora en Fotos
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